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Maravilloso

Por: Padre Raúl Hasbún | Publicado: Viernes 12 de junio de 2015 a las 04:00 hrs.
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Llamamos "maravilla" a un suceso u objeto que por su carácter extraordinario nos causa admiración. Allí califican las "siete maravillas", obras maestras de arquitectura o escultura que la Antigüedad reconoció como dignas de excepcional admiración. En la posmodernidad solemos reservar el concepto "Maravilla" para boxeadores o futbolistas que habitualmente nos deslumbran con su portentosa, fácil genialidad.

Hoy es difícil encontrar un hombre que sepa y quiera escuchar a otro hombre. Mucha gente paga por ello. Lo maravilloso de ser escuchado es la seguridad de que lo escuchado no será utilizado en contra de quien habló. El "audiente", o escuchador hace maravillas cuando habiendo regalado su escaso recurso-tiempo con total abstracción del propio interés, da muestra clara de no estar condenando sino intentando empatizar, sentir con y para el que le está hablando.

Si a ello agrega una sonrisa, luminosa señal indicativa de la honesta alegría de estar acogiendo a su otro yo (eso significa, en latín, hermano), lo más probable es que el "hablante" sienta y diga que este encuentro humano fue maravilloso. Y si, como fruto y corona de esta solidaria empatía, el "audiente" se pasa al modo de "hablante" para comunicar al otro una verdad saludable, un aliento de vida, una razón y alimento para que renazca su esperanza, un remezón para que caigan las escamas que no dejan ver, un ofrecimiento de servicio de total gratuidad, no será raro que el que pidió y encontró audiencia la califique como la octava maravilla del mundo.

Sabido y comprensible es que Dios hace maravillas. Sólo maravillas. Sus obras son perfectas y admirables. La creación del mundo y del hombre fue obra maravillosa: no nos cansamos de contemplar, con regocijado estupor, lo que el telescopio y el microscopio, la radiografía y la ecografía, así como la diaria y desprejuiciada observación de la naturaleza y de la sociedad nos revelan sobre la verdad, bondad y belleza de las creaturas.

Pero la genialidad creativa del Artista divino no descansó hasta haber dado a luz esa maravilla que sólo a El se le podía ocurrir, y sólo El era capaz de obrar: que su Hijo se hiciera Hombre, para que el Hombre, en su Hijo, se hiciera Dios. No se sabe qué admirar más en esta maravilla: que Dios haya querido hacerse Hombre, o que el Hombre haya sido invitado a ser Dios. En Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, está la fuente y la cumbre de esa maravilla que es la vida, toda vida humana.

El "audiente" al que la Presidenta de Chile le solicitó ser escuchada es el testigo visible de ese Cristo hoy invisible. Del que dijo: "He venido para que tengan vida". Del que quiso morir para alimentar la vida del mundo. La vida, toda vida humana es sagrado don maravilloso.

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